Opinión | 9 oct 2024
GUERRA SIN FIN
Israel-Hamás, un año después
El derecho de Israel a defenderse del terrorismo islámico internacional es indiscutible, pero el impacto en los civiles, especialmente niños, plantea serias preguntas sobre las consecuencias de esta guerra.
Por: José Luna
Estoy demasiado convencido del derecho de Israel a defenderse del terrorismo islámico internacional, en este conflicto que acaba de cumplir un año sin que el final se avizore como una posibilidad cercana. Precisamente, pasado un año y habiendo sido los resultados no tan reconfortantes como se esperaba -aún quedan cien rehenes en manos de los terroristas, Israel ha sido blanco del descrédito y la ONU ha demostrado ser una institución incapaz de allanar el camino hacia una verdadera solución-, conviene hacer un balance sobre ciertos puntos clave.
En primer lugar, está el asunto de los civiles fallecidos y las infancias malogradas en el curso de una guerra cuyos muertos han sido el combustible ideológico de la izquierda más recalcitrante, cínica, reaccionaria y antisemita que la historia pudo producir. Aún así, es evidente que los niños han sido las víctimas indeseadas de esta masacre que comenzó con el asesinato de 1.200 israelíes (entre ellos un gran número de niños y bebés) y que hoy se mezcla con los más de 41 mil caídos en Palestina. Pero no nos confundamos: las cifras de gazatíes muertos no son de otra fuente sino del Ministerio de Salud e Gaza; es decir, de Hamás. Es como si los peruanos quisiéramos conocer la cifra de muertos por el terrorismo recurriendo a Sendero Luminoso como fuente.
Miles de víctimas
En ese sentido, es razonable poner en duda la brutal cantidad de muertos, o suponer que la mayor parte son civiles y niños. De acuerdo al Ejército israelí, alrededor de 14 mil muertos eran combatientes de Hamás. Incluso suponiendo que las cifras de Hamás son reales, ¿podríamos achacar todos los muertos a la incursión israelí cuando ha quedado de manifiesto, por testimonio y videos, que Hamás es capaz de sacrificar a su propia gente, incluidos niños, en nombre de su ideología brutal.
La desaparición de miles de menores es la consecuencia de la inexistencia de un concepto siquiera cercano a la infancia en la mentalidad de los extremistas. ¿Acaso no hemos pasado décadas viendo a niños marchar con armas en mano proclamando su intención de matar judíos, solo porque así han sido aleccionados, convertidos en máquinas criminales sin rastro de inocencia? Está claro que para Hamás -como para Hezbolá, el Estado Islámico o los talibanes- la infancia es un evento corregible. ¿Cómo podría sorprender que esa gentuza emplee a los niños como escudos o vanguardias suicidas?
Atentado contra la infancia
En este punto, y a pesar de mi posición decididamente proisraelí, quisiera preguntarme si Israel también puede o debe hacerse cargo de parte de la responsabilidad por la deshumanización de la infancia en esta guerra que, como cualquier otra, no representa ningún progreso, incluso cuando los buenos ganan. ¿Era imposible evitar la baja de niños y menores durante las incursiones en busca de los rehenes? ¿Era inviable aplicar tácticas de inteligencia para minimizar las bajas y la consecuente destrucción de familias enteras? ¿Será posible que, tras cumplirse un año de esta guerra, Israel -con apoyo internacional y la participación necesaria de la Autoridad Nacional Palestina- pueda reconstruir el futuro de los niños sobrevivientes, sean estos árabes o judíos? ¿O, por el contrario, es mucho más realista esperar que surja una nueva generación de terroristas disfrazados de independentistas árabes, ante el fracaso de la bondad, la justicia y la inclusión de las víctimas de cualquier hecatombe en el horizonte de la felicidad y el progreso que Israel siempre ha dicho encarnar?
No pretendo decir que Israel deba reparar a los civiles de una guerra que no buscó ni inició -ni ahora ni en 1948 ni antes ni nunca-, pero pienso en el escenario postbélico, luego de que la Tzava -el ejército judío- rompa definitivamente la testarudez criminal de Hamás, Hezbolá, Irán y sus socios: pienso en un escenario en que no tenga sentido el genocida canto “del río al mar” y en el que Cisjordania y una nueva Gaza integren un nuevo corredor de progreso auspiciado por Israel, en el que Ismail y Yitzjak se reintegren socialmente como viejos medios hermanos reconciliados por una suprema necesidad.